Valentina Venegas cumplió 18 años, una vez finalizado su educación escolar, y tenía decidido ingresar a la Universidad. Para cumplir este desafío personal, Valentina no tenía otra opción, ya que se encontraba sola, sin apoyo económico, en Santiago, así que acudió a la salvación de aquel momento: firmar el Crédito con Aval del Estado.
“Uno a los 17-18 años no le toma el peso a este crédito, solamente como con la finalidad de querer estudiar, como esa meta. En la primera Universidad que me aceptó, me inscribí y firmé los documentos, sin saber. No sabía que estudiar, así que solamente firmé lo que me pedía el CAE, me dijeron que era un crédito que después lo podía pagar”.
Valentina cuenta que, pese a leer algunas páginas del extenso documento, no entendió la finalidad del “préstamo” que estaba adquiriendo. Una vez estampada la rúbrica, que le otorgó el 100% del crédito, sintió felicidad porque costearía la totalidad de la carrera que estudió. Sin embargo, una vez finalizado sus estudios superiores, entendió lo que había firmado.
“Salí de la universidad y fui consiente de lo que firmé. En realidad, ya con 23 años, era mucho más consciente de lo que estaba haciendo, y en el tete que me metí, porque así fue, más allá de que es un crédito que lo quería pagar, porque estudié y en Chile se hace de esa forma”.
Cuando recibió la notificación del primer pago de su crédito, Valentina se encontraba con trabajo a honorarios, por ende, no tenía mayores ingresos para costear el CAE. Una vez que pasó a contrato, con una remuneración más estable, Valentina comenzó a pagar cerca de $40.000.
“Todos pueden coincidir en que uno empieza a pagarlo y, se supone, empieza a bajar. El tema es que con el tiempo no se veía reflejado y es ahí la trampita. La trampa general es los intereses que son estratosféricos, y cuando yo empecé a ver que había pagado más de $100.000 y no se reduce, sino que empezó a aumentar, es ahí donde uno empieza a cuestionarse el por qué tengo que paga esto si al final no está bajando y el banco me tiene entre la espada y la pared, porque si no pago me demandan, me pueden embargar, que es el miedo mayor que tenemos”.
Valentina explica que, cuando comprendió que su deuda CAE nunca bajó, sino que, todo lo contrario, pensó en comenzar a destinar su dinero para otras utilidades. En ese momento, tomó la decisión de dejar de pagar el CAE, pero rápidamente se arrepintió. Buscó trabajo, y con sus primeros sueldos pagó casi $300.000 en cuotas impagas. Al siguiente pago, se enteró que el banco la había demandado por todo el tiempo que no pagó.
“El banco me demandó pese a que pagué las otras cuotas y estaba al día, pero el banco, de la misma forma, me demandó, entonces ahí también empieza el cuestionamiento de por qué si uno está pagando, aunque me demoré tres meses, te demandan. Cuando pagué me faltaba una cuota y me demandaron, entonces esto es un juego con las personas, juegan con la economía de las personas, es super injusto”.
En ese momento, Valentina reconoce que los nervios embargaron su cuerpo. Fue ahí donde recordó una publicación que observó en las redes sociales de Defensa Educación, donde invitaban a los deudores del CAE a conocer su estaban demandados por los bancos. Por miedo, principalmente al embargo, se contactó con el estudio y comenzó su asesoría.
“Les escribí y enseguida recibí ayuda, o sea automáticamente, fue todo muy rápido. Me enviaron un correo, me orientaron y me dieron la facilidad de pago, porque uno busca también eso, recién estás empezando en el mercado laboral, entonces se busca alguna forma que te den facilidades de pago, y en realidad así fue”.
Valentina cuenta que, si bien se contactaban de vez en cuando, o cuando ella preguntaba por la situación de su causa, siempre se encontró con una respuesta concreta. Además, Valentina agradece las veces que, pese a que no tenía el dinero para pagar los documentos, el estudio de todas maneras continuó con su exitosa defensa.
“Yo estaba embarazada, estaba a puertas de tener a mi hijo, entonces la economía también se acompleja ante eso, así que siempre fue algo super expedito, siempre tuve respuestas, aunque preguntaba bastante. Este año cuando recibí la noticia de que me liberé del CAE fue justo a inicio de año, un día antes me metí al Poder Judicial y justo vi una sentencia, entonces la empecé a leer y esperé a que me llamen”.
Al día siguiente, Valentina recibió la información directamente desde los canales oficiales de Defensa Educación: se liberó de pagar $12.588.745 al Banco Itaú gracias al trabajo de los profesionales del estudio. Valentina dice que sintió una felicidad inmensa.
“Después de estos dos años, si bien hay casos que se demoran mucho más, pero depende del caso, agradezco mucho todas las gestiones. Estoy super contenta, porque al final es un peso de encima que te sacas mental y físicamente que me traía super mal. No podía ni dormir los primeros días que me enteré que estaba demandada, tenía un nudo en el estómago”.
Valentina no duda en recomendar el trabajo que realiza Defensa Educación, especialmente una vez que se enteró oficialmente que su deuda prescribió. Valentina admite que siente cierto relajo al ver las sentencias que se publican en las redes sociales, lo que la motiva a entregar su testimonio y dar a conocer su historia/experiencia con el equipo jurídico y profesional del estudio.